Solo quiero de ti

Él siempre estaba ahí pero sin hacerse notar. Como la espera de una llamada de alguien poco importante. Su voz se mecía en pentagramas completamente desconocidos para mí.
Yo, por aquel entonces, estaba imantada al recuerdo de un hombre tóxico. Siempre fui un imán que no pegaba en absoluto con el resto de la cocina.
Pero vino el músico con la música a atraparme. Cada vez que su mano derecha se movía vertiginosamente sobre las cuerdas de su guitarra, se desabrochaba un botón de mi blusa. Supongo que si me atraía tanto era porque no tenía una belleza obvia –siempre he aborrecido a los guapos de manual-. Había que leer su letra pequeña para acceder a su erotismo. Y decidí balancearme sobre todos y cada uno de sus acordes.
Acogí a los pájaros que volaban en círculos en su cabeza para que me enseñasen a volar a compás de su música.
Cuando su música empezaba a sonar algo en mi mente se despertaba. Podía sentir como que llamaban al timbre y era él. Entraba, se sentaba, me abrazaba y me decía con esa voz tan melódica que todo saldría bien…

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