Cuando la mochila está demasiado cargada

Dicen que cuando has tenido varias relaciones, encuentros y desencuentros, llega un momento en el que el nivel de exigencia es mayor. Y cuando conoces a la persona sabes que es para ti, sin más. No hay ninguna explicación, ni porqués, simplemente lo sientes. Y es que contigo no soy capaz de controlar mis emociones, porque conocerte ha sido lo mejor que me ha pasado en mucho tiempo.
La idea de un para siempre nunca estuvo en  mis planes, por lo menos no se encontraba entre mis propósitos a corto plazo. Pero contigo siempre supe que quería algo más. Siempre quise más de ti, y más, y mucho más de lo que puedas imaginar. Es que no lo he dudado ni una sola vez desde que te conozco.
Te engañaría si no te dijera que he imaginado mil veces cómo sería una vida a tu lado. Irme a la cama con tu olor cada noche, dormirme con el roce de tu piel, despertarme por las mañanas y sentir tu aliento, sentir que soy tuya y de nadie más. Y gritarlo a los cuatro vientos, que todo el mundo lo supiera.
Pero a veces las cosas no salen como a uno le gustaría. A veces las dos partes no sienten la misma sintonía de la misma manera. A veces la escala de grises tiene demasiadas tonalidades. A veces las historias no tienen el final que deseamos.
Me quedo con las ganas de ir a conciertos de grupos que nos gustan, y descubrir música nueva. De preparar comidas caseras apuntodequesenosquemen y ver partidos de fútbol solo por verte disfrutar. De viajar y recorrerme un país tras otro hasta que no quedasen lugares sin marcar en el mapa. De perderme en la ciudad teniendo a mi lado al guía perfecto. De llevarte a un lugar muy especial que descubrí hace poco y que estoy segura que añadirías a tu lista de rincones favoritos.
Nunca te lo dije, pero me quedo con ganas de ir de viaje a París contigo. Muy poco original, ¿verdad? Pero yo no hablo de un plan pasteloso de enamorados para visitar la Torre Eiffel. Hablo de los cafés, de los crépes, de librerías parisinas. De las galerías de arte, de las impresionantes vistas desde la terraza de Galeries Lafayette, de Víctor Hugo, de Saint-Exupéry, de Édith Piaf, de Montmartre, de la rue du Chat-qui-Peche, de las brasseries y patisseries, de l’apéritif, del vin rosé… O de nosotros en la habitación.
También me quedo con ganas de conocer tu pueblo. Me quedo con ganas de enseñarte dónde vivo y llevarte a pasear por la playa. Pero no por cualquier playa. Por la playa que siempre quise ir contigo. Me quedo con ganas de tantas cosas…
Pero me quedo con ganas porque no soy de ese grupo de chicas para las que los sentimientos, ya sean amorosos o amistosos, no son una prioridad. Yo no soy de perseguir amores. Yo soy de amar con amor, con sinceridad, con transparencia, con reciprocidad, como diría la gran Retales Impares, sin filtros. Y sentirlo, vivirlo. El resto es para los cobardes, para los que no son lo suficientemente valientes como para tener las cosas claras y dejarse la piel por otra persona. Supongo que no todos compartimos los mismos valores.
Quizá te asuste con mis palabras, si es que algún día llegas a leerlo. Quizá te asuste con mis planes, con mis ganas de ti. Lo hubiera dejado todo por seguirte a donde hiciera falta. Y lo hubiera hecho porque eres , no hay más motivos. Porque siento tanto que lo demás no me hubiera importado.
Me hubiera gustado estar ahí siempre para escucharte y darte mis consejos. Regalarte mi cariño para que nunca te faltaran mimos. Ser tu paño de lágrimas y un pilar en el que apoyarte en los malos momentos. Pero, sobre todo, me hubiera gustado ser esa chica que andas buscando y hacerte feliz.
Créeme, hubiera luchado por ti hasta más no poder, pero no me quedan fuerzas para seguir viéndote de esta forma. A lo mejor soy yo a la que le falta valentía, o soy gilipollas. Pero es que tú nunca me ayudaste a que fuera valiente. Por eso es mejor así. Por mi propio bienestar. Ya lo ves, soy de las que le da vuelta a todo mil veces, y cada detalle o no detalle me afecta lo que no está escrito. Así soy yo, así de segura contigo, así de insegura con nosotros.
Como dirían los franceses, c’est fini. Pero en teoría no se acabó porque nunca hubo nada. Se acabó porque no es el momento, al menos eso es lo que dices.
Iré a mí sitio, cocinaré comidas caseras y pasearé por la playa en verano, aunque no será lo mismo. Pero yo estaré ahí, por si algún día decides intentarlo.
Eso sí, si tomas esa decisión, esta vez que sea para quedarte.

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Roller coaster

Necesitaba abrirme un blog de manera anónima para poder desahogarme y expresarme tal cual siento las cosas. Un blog que solo pudiesen leer mis pequeñas serendipias y toda esa gente que se sienta un poco identificada con las ideas de esta loca de la cabeza.
¿Mi situación sentimental actual decís? Pues la verdad es que no sabría explicaros exactamente cuál es. ¿Sabes esas heridas profundas que por mucho alcohol o mucha agua oxigenada que te eches, siempre quedará la cicatriz que nunca se irá? Pues es más o menos algo así.
Tengo días en los que tengo ganas de comerme al mundo y, por supuesto, ganas de comerme todas y cada una de sus células. Y luego tengo días en los que preferiría vivir en Asturias o Galicia para tenerlo lo más lejos posible.
He visto montañas rusas más estables que mi vida sentimental. Lo bueno de las montañas rusas es que te diviertes como nunca y sientes una adrenalina de tres mil pares de cojones. ¿Lo malo? Que duran poco y a veces las cosas se pueden torcer y pueden haber accidentes.
Pero, ¿sabéis? En eso consiste la serendipia. En cosas que pueden aparecer por accidente. Por tanto, sería un accidente placentero. Quizá sea por eso que preferiría estar toda mi vida echando alcohol sobre la herida infectada. ¿No creéis?

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